Llevaba solo unos meses en Cuenca. Me encontré con un vecino en el portal, al principio decidí ser amable, ya que el chaval me preguntaba cosas un poco personales pero sin ninguna importancia. Pasaban los días y empezó a venir detrás de mi, sigiloso, para que no le oyera y pillarme en el portal. Yo al percatarme de la situación, cerraba rápido la puerta de la calle y subía corriendo las escaleras hasta casa. Hasta que un día, de buenas a primeras, apareció justo detrás de mi, me agarró del cuello y me subió para arriba, obligándome a que le diera un beso. Por suerte unas compañeras de clase vivían justo ahí y salieron. El tío salió corriendo y no lo volví a verlo, por suerte.
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