Había quedado con una amiga para tomar un café. Entonces una calle más abajo de la mía había un hombre. Vale, pues yo me pongo a andar, y el hombre venía detrás y pensé: -Es raro, pero puede que siga el mismo camino. Total que me fui, me metí en el bar que había quedado y él se metió también. Me tomé allí un café y el señor allí, tomándose algo también. Salí a fumar y él salió. Entré y él entró. Así todo el rato. Cuando terminé eran las 17:30 de la tarde. Llamé a otra amiga y le dije: -Tía, me están siguiendo. Lo tengo claro, porque estaba cerca de mi casa. Desde ahí que si he entrado, él ha entrado, que si he salido, él ha salido. ¡Me están siguiendo! Pues me fui todo el camino hablando con ella por teléfono hasta que llegué a su casa y no le colgué hasta estar ya dentro del ascensor. Estuve allí unas tres horas y cuando me iba tuve que llamar a mi padre y pedirle que si por favor podía venir a por mi, porque no quería volver sola a mi casa. Me quedé con tanto miedo de que al bajar estuviera otra vez ahí, que llamé a mi padre y le dije que me llevara a casa.
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