Volvía una mañana de hacer papeles en el centro cuando a la altura del Skate Park, un chaval de unos diecinueve o veinte años, se dirigió hacia mi diciéndome: -Eh guapa, ven aquí y me la chupas. El coraje que me dio que un niñato de mierda me hablase así fue indescriptible. Me entraron ganas de llamarlo de todo y de dejarlo en ridículo con algún comentario, pero encima tuve que morderme la lengua porque estaba con otros cuatro chicos de su edad y tuve miedo de que la testosterona se les fuera de las manos y me hicieran algo. Los amigos, cómo no, le rieron la gracia.
Comentarios