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Parque de Santa Ana, 12:00, 24 años.


Salía del veterinario y decidí jugar un poco con la perra en el parque. Al entrar ya me sentí un poco incómoda y observada, solo había hombres y no paraban de mirarme. Con la paranoia decidí quedarme cercana a una puerta de salida, lejos de esas miradas. Todo se relajó hasta que vino un hombre mayor haciendo preguntas. Al principio normales, teniendo en cuenta su edad. Lo típico: ¿Estás casada?, ¿Tienes hijos? Pero las preguntas y los comentarios iban subiendo de nivel y cada vez eran mas repugnantes: Tienes cara de follar muy bien. Seguro tu novio está satisfecho. Así como tantas cosas que mi mente por suerte decidió borrar. Al final me ofreció sexo a cambio de dinero. Por supuesto, ahí se acabaron la conversación y el parque. Me dio mucha rabia y por supuesto no me callé, pero es curioso cómo a pesar de ser la victima me hizo sentir tan mal que no fui capaz de decirle todo lo que se me estaba pasando por la cabeza.

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